Newsletter de la Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECA)



Pablo Fernández López
Profesor de Dirección Financiera de IESE Business School

"El tratar de que la contabilidad se aproxime al valor de las empresas es una falta de sentido común que acarrea muchos efectos perniciosos"

El profesor Fernández, Doctor en Finanzas por Harvard University y titular de la Cátedra PriceWaterhouseCoopers de Corporate Finance del IESE
, es un prolífico autor con hitos como haber ocupado el primer lugar (entre 3.000 autores) del ranking de Research Papers in Economics, prestigiosa base de datos internacional que promueve la comunicación académica en el ámbito económico y disciplinas relacionadas en este campo. En la entrevista, Fernández cuestiona la postura adoptada por todos los actores implicados en la actual crisis financiera mundial.

En su opinión, como experto en finanzas, ¿cuáles han sido las principales causas de la crisis financiera que estamos viviendo?

Esta crisis ha sido causada por la sorprendente falta de sentido común de algunos directivos (no sólo estadounidenses) que han tomado decisiones irresponsables (no confundir con equivocadas) y son causantes, en gran medida y entre otras cosas, del desempleo y de la situación crítica de muchas personas y familias, de poner en peligro la continuidad de sus empresas y de causar un importante perjuicio a sus accionistas. Las entidades reguladoras también han fallado al no actuar como es su obligación ante las decisiones irresponsables de algunas empresas y entidades financieras.


Entre las medidas de emergencia que se han adoptado se encuentran varias de diversa naturaleza: compra de activos de los balances bancarios, inyecciones de fondos a través de la adquisición de participaciones accionariales, avales a emisiones de entidades; ¿cuáles considera que son más coherentes o ajustadas al rol que debe desempeñar el Estado en situaciones de crisis de confianza en el sistema como el actual?


El Estado debe procurar que el sistema financiero siga funcionando (no necesariamente todas las entidades que lo componen).

Esta crisis se parece a una epidemia de gripe. Nos dijeron que no había virus, luego que no era peligroso, no vacunaron, los instrumentos preservativos fallaron a quienes se arriesgaron insensatamente, y hay varios conciudadanos con neumonía. ¿Qué hacer ahora? Parece obvio que habría que identificar a los enfermos para tratar de curarles y para evitar que contagien a los sanos. Así se evitarían también problemas a muchas personas que ahora optan por la abstinencia y no saben quién está infectado: la falta de confianza alarga e intensifica los efectos de la crisis. También habría que identificar a los terminales para atenderles y ayudarles a bien morir. También habría que sancionar a los "médicos" responsables por falta de sensatez, por desconocimiento o por mentir (o por las tres cosas).

Necesitamos poder confiar en nuestros dirigentes por su honestidad, por su buen hacer y por su preparación. Los demás tenemos que poner sentido común y ganas de trabajar para erradicar el "algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada" y aplicar "el que no trabaja bien, que no cobre (salvo que esté enfermo, desempleado contra su voluntad o jubilado)".

Esta crisis se superará, como todas, cuando el sentido común y el trabajo bien hecho vuelvan a ser la tónica dominante.


Los modelos de gobierno corporativo no se han mostrado eficaces para detectar los riesgos que se avecinaban, o si lo hicieron no funcionaron adecuadamente, ¿debe realizarse alguna revisión en los mismos?, ¿cuál es el valor que realmente están aportando los consejeros independientes?

El oficio de directivo presupone una combinación de sensatez, experiencia y algunos conocimientos. La falta de sensatez de un directivo siempre acaba teniendo consecuencias dolorosas para otras personas; un ejemplo: la crisis actual. Y todavía es más perniciosa la falta de sensatez mezclada con el orgullo de una falsa sabiduría.

El valor de un activo financiero depende de sus flujos que se espera obtener de él. Esto es muy obvio, pero periódicamente hay inversores que olvidan esto y surgen las llamadas burbujas (situaciones en que el precio de las acciones no se corresponde con los flujos que razonablemente se puede esperar que generen las empresas). Aunque ha habido muchas burbujas, una grande y reciente fue la de Internet.

<<El valor de un activo financiero depende de sus flujos que se espera obtener de él. Esto es muy obvio, pero periódicamente hay inversores que olvidan esto y surgen las llamadas burbujas>>
<<Un consejero que no se considere suficiente informado tiene obligación de pedir la información pertinente. Si no sabe qué información pedir (no debía haber sido nombrado para el puesto) o, tras pedirla no se la proporcionan, debe dimitir. Si no dimite y sigue en su puesto es responsable>>
Peores efectos para la sociedad surgen cuando los que olvidan esa obviedad son directivos de empresas y, peores aún, cuando los que se olvidan son directivos de instituciones financieras. Éste es el momento actual: el inicio de una crisis que afectará a muchas personas y familias, pero ¿afectará a los que se han olvidado algo tan obvio en sus decisiones? También hay que tener en cuenta que ese "olvido" ha reportado a varios de ellos sustanciosos bonuses.

Algunas prácticas de algunas instituciones financieras (afortunadamente, no de todas) españolas y extranjeras.

- conceder hipotecas con pequeña probabilidad de repago elevando artificialmente la tasación de las viviendas,
- conceder préstamos ilógicos por indicación de algún político
- comprar y vender instrumentos financieros que ni se conocen bien ni se es capaz de calibrar su riesgo porque "me los vende una institución de reconocido prestigio (1)" y/o porque "también los ha comprado mi competidor y no puedo quedarme fuera de este mercado con tanto potencial",
- conceder préstamos a accionistas significativos para comprar acciones en máximos históricos poniendo como garantía las propias acciones,
- analizar el riesgo de las operaciones basándose exclusivamente en datos históricos (y muchas veces sin ser consciente de ello),
- acometer la compra de una empresa o institución financiera manifestando que "es esencial para nuestra estrategia el quedárnosla, el precio es secundario".

Es bastante obvio que si estas decisiones se han tomado durante bastante tiempo, los directivos que las han tomado y autorizado son los primeros responsables, pero no los únicos. ¿No tenían nada que decir el Consejo de Administración (2), supervisores, reguladores, auditores (3), auditores de los auditores, agencias de calificación?

<<El auditor no está para firmar, como a veces sucede, que las mentiras que utiliza la empresa para fundamentar sus decisiones (y la contabilización de las mismas) están correctamente sumadas en las cuentas presentadas>>

La crisis financiera, ¿ha modificado el conocimiento sobre valoración de empresas y la forma de abordarla?

No.


¿Cuáles han sido a su juicio, los principales errores, si los hubo, en las agencias de rating?

Relajar los criterios de calificación (renunciar al sentido común) para tratar de quitar clientes a la competencia y así facturar más.


Finalizamos, ¿se ha esgrimido que las normas contables pueden tener efectos procíclicos?. Por otra parte, la revelación de las políticas contables de alguna forma alerta al lector sobre los criterios con los que la información está preparada. Donde está el factor procíclico ¿en las normas contables?, ¿en las decisiones de los agentes? o ¿en las normas de regulación de capital, por ejemplo en el caso de la banca?

Una cosa es la contabilidad y otra el valor de las empresas. El tratar de que la contabilidad se aproxime al valor es una falta de sentido común que acarrea muchos efectos perniciosos.






(1) Habitualmente con nombre inglés. Algunas de éstas ya han desaparecido.
(2) No vale la excusa de que "no me informaban". Un consejero que no se considere suficiente informado tiene obligación de pedir la información pertinente. Si no sabe qué información pedir (no debía haber sido nombrado para el puesto) o, tras pedirla no se la proporcionan, debe dimitir. Si no dimite y sigue en su puesto es responsable.
(3) El auditor no está para firmar, como a veces sucede, que las mentiras que utiliza la empresa para fundamentar sus decisiones (y la contabilización de las mismas) están correctamente sumadas en las cuentas presentadas.





Fuente: Newsletter AECA "Actualidad Contable" Nº 34 - Diciembre 2008